Anteriormente
ya habíamos hablado de nuestras queridas princesas Disney, esas jovencitas
obedientes y rebeldes, hogareñas y aventureras, tímidas y extrovertidas,
morenas, rubias, pelirrojas… Pero, sobre todo, habíamos hablado de que, al
final, por usar una expresión que, en este caso, nos viene al dedo, terminan
siendo felices y comiendo perdices. No importa cuál hubiese sido su objetivo a
lo largo de la historia, lo importante es que al final, teniendo al mundo en su
contra y contando únicamente consigo mismas, y quizá con algún amigo, terminan
consiguiendo lo que en un principio pretendían. Vaya vida más maravillosa es
esa, ¿no? Pero… ¿qué pasaría si esos finales maravillosos no siempre hubieran
sido así? ¿Y si la compañía Disney alteró los finales para que fueran aptos
para todos los públicos?
Pues,
a riesgo de romper ilusiones y pisotear infancias, así es. La mayoría de
nuestras princesas Disney han sido extraídas de los cuentos de los Hermanos
Grimm (llamados “Cuentos para la infancia y el hogar” y publicados el 20 de
diciembre de 1812), que, a su vez, recogieron esas historias de la tradición
oral de su país natal: Alemania. Y es bueno que sepáis antes de seguir leyendo
que sus historias no tenían nada que ver con los bonitos cuentos que nos han
inculcado desde pequeños. Los Grimm recogieron historias sobrecogedoras, sin un
ápice de sensibilidad y con finales duros, que, al no tener un contexto claro y
ser versionado por los países de alrededor, adquirieron una solidez
impresionante.
Y,
¿cómo no? Aquí van algunos ejemplos:
LA
BELLA DURMIENTE (originalmente llamado “Sun, Moon and Talia”): este relato,
aparentemente inofensivo y obra de Giambattista Basile, fue uno de los tantos
que los Grimm adaptaron para su libro. Y su final, como ya estaréis imaginando,
no es tan idílico como el de nuestro amigo Disney. En él, el rey viola a la
protagonista y, mientras esta aún está dormida, da a luz a dos niños.
BLANCANIEVES:
en esta versión, la bruja malvada no es la madrastra de Blancanieves, sino su
propia madre, que no puede resistir los celos que tiene de su hija. Y no quiere
ver el corazón de la protagonista en una bandeja de plata, sino que quiere
comerse sus pulmones y el hígado como prueba de que realmente está muerta.
Además, el final de la bruja malvada también es sustancialmente diferente, ya
que es obligada a bailar con zapatos con pinchos de metal hasta la muerte.
CENICIENTA:
en la historia de los hermanos Grimm, las hermanastras de Cenicienta, para
poder probarse el zapato que el príncipe había encontrado, se cortan trozos del
pie. No obstante, la sangre las delata y, además de ser rechazadas, son
condenadas por intento de usurpación y el príncipe hace que los pájaros les
saquen los ojos a picotazos.
LA
SIRENITA: este relato fue obra de Hans Christian Andersen y adaptación de los
hermanos Grimm. En él, Ariel sufre una tremenda agonía a cada paso que da con
sus piernas humanas (muy parecido a caminar sobre cuchillas afiladas), pero,
como ama al príncipe, acepta bailar con él de todas maneras. Sin embargo, su
historia tampoco termina felizmente, ya que el príncipe termina enamorándose de
otra y Ariel, en vez de asesinar al príncipe para salvarse ella misma, ya que
la hechicera que le dio las piernas le dijo que si el príncipe se enamoraba de
otra ella moriría, decide sacrificarse y morir disuelta en espuma de mar.
RAPUNZEL:
esta podría decirse que es una de las historias más suaves. En ella, Rapunzel
es visitada de forma continuada por un príncipe que, finalmente, la deja
embarazada y, para que la bruja jamás se entere, huye al bosque donde da a luz
a dos gemelos.
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